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Palabras: «experiencia», por Dardo Scavino


ara que la comunidad científica valide una teoría, ésta debe pasar la prueba de la experiencia empírica: que la confirmen, o no, los hechos observables. Pero esto no siempre fue así. Es más, la expresión experiencia empírica le hubiese parecido redundante a un filósofo de la antigüedad. Experientia, en efecto, no era sino la traducción latina de la voz griega empeiría. Estos vocablos provenían incluso de una misma raíz: *per. Y no hacían alusión, en principio, a una observación sino a un pasaje. La preposición per, de hecho, significa en latín por o a través, y los verbos peraô y experior significaban atravesar, pasar del otro lado, ir más allá de un límite, con una connotación de riesgo o de peligro. Quien haya frecuentado alguna vez la filosofía presocrática sabe que el sustantivo peras significa límite, y el adjetivo apeiron, ilimitado. De esta misma raíz indo-europea proviene la voz periculum (peligro y prueba), el verbo griego peirô (correr un riesgo, intentar algo o atreverse) y el sustantivo peiratês (el pirata o el osado transgresor de la ley). De modo que ni el expertus ni el peritus eran en un principio personas que tuvieran, o hubiesen acumulado, experiencia sino sujetos que habían atravesado límites peligrosos y cuya sabiduría provenía, por decirlo así, de este pasaje, como sucedía con los ritos iniciáticos: son los que volvían, o vivían, para contarlo.
    Esta significación del vocablo experiencia sobrevivió en algunas nociones filosóficas del siglo XX, como la “experiencia de las situaciones-límite” de Karl Jaspers. La palabra alemana que él empleaba para referirse a la experiencia, Erfahrung, también está vinculada con el sustantivo Gefahr (peligro o riesgo). George Bataille y Maurice Blanchot hablaron, por su parte, de “experiencias-límite”, recordándonos, en este caso, que la figura del transgresor moderno, del sujeto que pone en peligro su vida, o por lo menos su confort, para rebelarse contra el orden instituido o transgredir las limitaciones impuestas por los poderes sociales en el dominio de la sexualidad, del arte, de la política, es un heredero del antiguo héroe épico.
    La experiencia científica no pone a prueba el valor de un sujeto sino la validez de una idea: si ésta no logra atravesar el riesgo de la observación de los hechos, se la considera refutada. La experiencia heroica, en cambio, ponía a prueba a un sujeto, como cuando decimos, todavía hoy, que alguien atravesó una experiencia difícil o pasó una dura prueba.
    La Fenomenología del Espíritu de Hegel pareciera girar en torno a esta diferencia entre las dos significaciones de la palabra experiencia: el siervo ya no busca la libertad a través de la heroica lucha a muerte con el amo sino a través del progreso del saber. La epopeya de la idea ya no la cantarían, a su entender, los aedas sino los filósofos. Y la universidad pareciera confirmar el pronóstico del alemán: acoge a los bravíos transgresores de las normas y les replica sin mucho estrépito: “Pruébelo.”

Dardo Scavino (Bordeaux, Francia)
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