Dylan no se
le había dado por componer ninguna canción propia todavía. Se
limitaba a interpretar con su guitarra el repertorio folk de los años
cuarenta y cincuenta que conocía como un pastor puritano el Antiguo
Testamento. Hasta que un día escuchó un viejo tema de Earl Robinson
dedicado a un tal Joe Hill. Ese nombre le decía algo, pero no sabía
muy bien qué. Así que se fue a ver a su amigo Izzy Young que
trabajaba en el Folker Center de Nueva York. Young desapareció en un
cuarto trasero y regresó con unos panfletos polvorientos sobre Hill.
Imprimir
En 1902 Hill había llegado de Suecia –donde se llamaba Joel
Hägglund– y no había tardado en abrazar la lucha de los
trabajadores inmigrantes. Durante algunos años militó en las filas
del Industrial Workers of the Word y compuso canciones de
protesta que se popularizaron rápidamente entre los obreros
norteamericanos. Mientras trabajaba en la construcción del
subterráneo de Park City, en Utah, Hill fue acusado de matar a un
verdulero y a su hijo durante un asalto en la capital del estado,
Salt Lake City. Nunca pudo probarse que hubiera sido él. Ni siquiera
que hubiese estado en Salt Lake City. Pero el muchacho había
disparado un arma antes de morir y Hill presentaba una herida de
bala. Para el jurado era prueba suficiente. Así que lo condenó a
muerte en dos horas. A pesar de las manifestaciones obreras y hasta
de la intervención del presidente Wilson, Hill fue ejecutado el 15
de noviembre de 1915. A modo de testamento, dejó un poema de doce
versos que musicalizaría años después la cantante folk Ethel Raim:
“Mi voluntad –empezaba diciendo– es fácil de cumplir / no
tengo bienes para repartir / mi familia no podrá quejarse ni
pelearse / ‘Piedra que rueda no junta musgo’…”
El propio Dylan recuerda que decidió escribir canciones después de
haber leído esta historia. Y aunque nunca le dedicó una a Joe Hill,
debe haberle impresionado mucho aquel verso, “Moss does not
cling to a rolling stone”, porque algunos años más tarde,
cuando abandonara el folk acústico para pasar al rock eléctrico,
escribiría un tema sobre una joven de buena familia que había
estudiado en colegios caros y que no se preocupaba por la suerte de
los vagabundos hasta que de repente se encontró andando por las
calles, like a rolling stone.
Muchas
historias resonaban en aquel refrán. Dylan era un lector devoto de
Kerouac cuando descubrió el personaje de Hill, y tanto el canadiense
como el sueco tenían algo del Jack London de The Road. Pero
Dylan no podía ignorar un popular blues de Muddy Waters, Rollin’
Stone, que algunos especialistas consideran como uno de los
puentes hacia el rock’n’roll y que unos jóvenes
británicos habían elegido como nombre de su grupo:
Well,
my mother told my father,
just before I was born,
“I got a boy child's comin’,
He's gonna be, he's gonna be a rollin’ stone…”
just before I was born,
“I got a boy child's comin’,
He's gonna be, he's gonna be a rollin’ stone…”
(Y entonces mi madre le
dijo a mi padre,
justo antes de mi
nacimiento:
“Estoy esperando un
bebito,
Que va a ser un
vagabundo”)
Lo que tal vez
Dylan no supiera es que el refrán citado por Joe Hill era una
traducción de una antiquísima sentencia latina, Lapis volutus
non obducitur musco, que la mayoría de las lenguas romanas
heredaron igualmente. Y lo que seguramente ignoraba era que un
anarquista francés contemporáneo de Joe Hill, Alexandre Falconnet,
había adoptado el seudónimo Pierre Quiroule inspirándose en la
versión francesa del refrán –Pierre qui roule n’amasse
pas mousse– y que así empezó a firmar sus ensayos sobre
utopías urbanas y sus artículos para La Protesta y El
Perseguido de Argentina.
Dardo Scavino
Bordaux, Francia, EdM, noviembre 2012
Bordaux, Francia, EdM, noviembre 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario