PIES DE IMAGEN

Lo que se cifra en el nombre, por Guillermo Korn



“La calle que es linda de recorrer de punta a punta porque es la calle de vagancia, de atorrantismo, de olvido, de alegría, de placer.” 
Roberto Arlt 

Puede tornarse redundante escribir sobre los cambios en la ciudad: la urbe y sus transformaciones, la modernización urbana, la picota del progreso, y otros tópicos aparecen. Cambian las calles y también sus símbolos. Son temas que dan letra al cronista cuando su imaginación escasea. Siempre habrá tela que cortar, siempre asoma un hilván entre esos retazos. Un tema ventajoso. 

Me propongo hacer una caminata por Corrientes, en el tramo que va de Callao hacia 9 de julio. Solo llego hasta Rodríguez Peña. Una cuadra. No puedo seguir más allá. Me pongo nervioso. 



Rápidas impresiones al paso. Que el cine Los Ángeles, aquel que por décadas sirvió para el encuentro entre los que le daba alergia el café de La Ópera, o les molestaba el ruido de dados de La Academia, pasó a ser casi una puerta de escape del Burger King. Un apéndice de otro imperio, con bases en lo gastronómico –dice nuestro amigo izquierdista. Ni Pixar, ni Disney. 


Asombroso: se anuncia una obra de teatro basada en un texto de Julio Verne en tres dimensiones. Me sale el nostalgioso. 

Frente del ex cine devenido en neo teatro asoma La Pasiva, cual si estuviéramos en la montevideana avenida 18 de Julio. Semanas atrás, un cajero, fortachón y colombiano se hizo el guapo antes las cámaras. Repelió un robo, se convirtió en el héroe del día y sacó a patadas al sospechoso. Dijo que defendía el "lugar que me da de comer.” Valeroso. Ese día el ex candidato De Narváez bufó, sintió perdida una oportunidad. En la calle murmuraron: ¡es un envidioso! 

Arrugado encuentro en el bolsillo del sobretodo un viejo recorte de diario. Añoso. “Viveza criolla” se titula. El artículo dice que el local no tendría vínculo con la cadena de restaurantes que inundan el otro lado del Río de la Plata. Sin embargo, su logo es similar, su nombre es el mismo y ambos ofertan frankfurteres. A falta de Gandhi, buenos son los chivitos canadienses. ¿Es eso sabroso? 

No encuentro en la carta si tienen Pilsen. Como el mozo no viene, miro al otro lado de la calle.¡¡¡Esto es asombroso!!! ¿Una nueva cadena de librerías? No, en la vereda de enfrente abrió una concesionaria de autos. Pero ¿dónde estamos, en avenida Libertador? Me paro para irme. Un chico ojeroso que habla a los gritos por su celular, en otra mesa, me mira torcido. Me cree quisquilloso. 

Odioso, dejo la cerveza sin pedir y salgo en busca de un helado. El mejor probablemente. El más delicioso. Una pena no tener relación con los dueños para pedirles doble ración por el consejo a los lectores. Me arrepiento, mi pensamiento es ominoso. 

Por razones de buen gusto y decoro, seré breve. Me indigesté. –No, no… si el helado estaba perfecto. Me falló el entorno y los nervios. Ya me había pasado tiempo atrás tomando un tecito, en Las Violetas. Fue cuando se me ocurrió mirar en diagonal, hacia la pizzería Tuñín. Arriba había un cartelón amarillo cremoso con una carota gigante, poco texto, decía algo como “amable”, “sensible”, no sé. 

Entonces tuve convulsiones: quemadura de segundo grado. Ardoroso el tecito. Algo semejante me pasa al ver este cartelón –en versión verde lagunoso, pero la misma carota, más calva y de tamaño cuadriplicado–. El helado sucumbió. Se me vino abajo. Lo mío es bochornoso. 

Un enchastre todo. La carota sigue sonriendo allá arriba. Dichoso. El fulano ocupa la esquina completa: imposible saber si el cartel comienza en Corrientes y termina en Rodríguez Peña, o es al revés. Abarca parte de ambas calles, en ángulo. Tamaño cuatro ambientes. Calculo: eso es costoso. 

Su texto son ocho palabras. No sea que lo acusen de capcioso. Nueva formulación política que hace gala de sus pocas palabras y de la incapacidad de formularlas. Otra que el twiter. Los consultores de imagen recomiendan: ni latoso ni farragoso. 

Recuerdo memorioso. El tránsito y la ecología eran los temas del pasado, por encima de pizzería de Almagro. De nuevo el único pedido es que recordemos esa cara y ese nombre. Marketing político. Nada más: ¿cuándo fue que se habló de la muerte de la política? No hay ideas, menos aún la sigla de un partido. La calle cambia y las preocupaciones del legislador porteño viran. De los problemas del tráfico a las clínicas de animales y las quitas de siliconas dañinas. Eso es peligroso, había dicho. Preocupación de las mayorías. Suena candoroso. 

El heladero me ofrece una rejilla para limpiarme, y me comenta que en Corrientes y Libertad, o Talcahuano no sé, otro cartel dice más o menos lo mismo: respetuoso - amoroso - tolerante. Un dechado de ingenio. Me comenta que el hombre, con pasado en el sindicato de bingos, quiere postularse a jefe de gobierno.-Es ambicioso. Se juega su ficha, dice. 

Trato de limpiar mi pantalón otrora blanco, devenido zaino. La mancha expandida de helado. Mi recorrida queda manca. Mejor marcho presuroso. 

 Guillermo Korn 
 Buenos Aires, EdM, septiembre 2012
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